Soy de las que cree que las mujeres nos movemos por días, puedes levantarte un lunes pensando que la vida se te hace cuesta arriba y de golpe el martes se convierte en un día maravilloso.
Hoy, yo que soy de esas a las que le gusta correr por las mañanas, me ayuda a colocar ideas, a llenarme de oxígeno y sentirme viva.
Pues eso, volvía de correr escuchando un generó al que me he enganchado mucho últimamente el country, y de repente no había nada, la calle estaba completamente vacía de gente, solo escuchaba mis pasos, mis ideas, escuchaba a esa Ely que pocas veces puedo oír, la vida es tan ruidosa a veces que mis ideas se pierden entre el ruido de los motores de coches, motos y autobuses.
Me acuerdo que de pequeña al ir a un colegio de monjas, realizábamos una vez al año ejercicios espirituales, creo que coincidían con la Semana Santa, era una limpieza para el alma, no por el lado religioso sino porque ese aislamiento de la vida te lavaba el cuerpo, te desintoxicabas de la ciudad, de los gritos, de las prisas, del reloj que siempre tiene la última palabra a lo largo del día.
Esos aislamiento te reunían otra vez con la tierra, con la naturaleza, podías volver a oír cantar un pájaro sin miedo a que un pitido inesperado lo hiciera desaparecer, podías volver a oler.
Un sentido que parece que con el tiempo se está perdiendo, nadie se para nunca a oler, pero a oler de verdad, es como respirar nadie nunca se para a respirar se da por hecho que se respirar y ya está.
Pero hay una forma de respirar, de oler distinta a la que estamos acostumbrados, hay una forma en la que te paras, en medio de la nada, con la soledad como única compañía, y entonces coges todo el aire del mundo, como queriendo coger un poco de esa piedra del camino, un poco de esas flores que anuncian la llegada de la primavera, un poco del árbol que desconfiado vigila a la intrusa que eres y entonces tus pulmones se sienten vivos, tu nariz respira y una extraña sensación sube por tus pies llenando cada espacio de tu cuerpo con algo que llamaré una inmensa Paz, y te encuentras, y te oyes, y por fin después de mucho tiempo te reconoces de nuevo.
Ahí estabas, escondida entre ese hueco donde el aire de la ciudad no llega, sonríes, casi lloras pero de alegría, de estar frente a frente contigo.
Pues yo hoy tengo uno de esos día, donde me siento más Eli que nunca, donde me oigo alto, donde puedo volver a respirar, donde puedo volver a oler, donde puedo volver a correr y oír cantar a un pájaro sin que se escape.
Hay pocos días de estos, por eso hay que acogerlos, exprimirlos y aprovecharlos para encontrarte de nuevo, gritar, gritar fuerte esos sueños y volver a luchar por ellos.
Mi hijo, al que amo con locura, es persona de tierra, de hundir las manos hasta lo más hondo y sacar de ella vida, es persona de agua, de mar, es persona de piedras y de dibujos en la arena, es persona de lunas, de arco iris, de escuchar a los pájaros, es persona de soledad, porque la soledad no es mala si sirve para estar acompañado de uno mismo, si sirve para escucharse.
Mi hijo es de los que necesita respirar oliendo, alimentarse de mariposas que perseguir, de pies que sienten, que se desnudan, mi hijo al igual que yo es un soñador y como tal necesita pararse de vez en cuanto y mirar, saborear y alimentarse de lo que la vida de da, para seguir soñando.
Mi hijo es un cuento, es magia, es dolor y sufrimiento.
Las personas como yo y como mi hijo, vivimos un poco perdidas, nuestra cabeza se despista a menudo pero siempre acabamos regresando a la realidad.
Sigo pensando que las mujeres nos movemos por esta clase de días, días tristes, días normales y luego estos............
los días especiales donde respirar oliendo resulta más fácil.
Disfrutar de la vida, y de la gente que acompaña vuestra historia.
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