Este fin de semana empecé con la primera de una serie de actividades que tengo pensado realizar a lo largo del verano, en esta ocasión fue un taller de pintura dedicado a niños y niñas de entre 2 y 6 años, tenía miedo, mucho miedo, pero creo que funcionó bien y que todos salieron contentos.
La verdad es que después de tanta ilusión puesta en este proyecto fue bonito ver a hijos y padres disfrutando de una forma sencilla, barata y natural de compartir juegos.
Todo esto me ha hecho ver un par de cosas.
Primero, muy importante y que me alegra mucho es ver como los padres apoyan a madre e hijos, como disfrutan de su paternidad y de la crianza de sus hijos, son padres involucrados que apoyan y a los que no les importa ensuciarse, que no tienen vergüenza, que enseñan valores y que comparten momentos.
Preciosa imagen la de ver a una pequeña matar de amor a su padre con tan solo una mirada.
Y la segunda cosa que he aprendido o que estoy aprendiendo, es que hay muchas clases de madres, de todo tipo, madres que cargan, madres que dan el "bibe", madres que prefieren dar el pecho, madres que saltan y bailan con sus hijos, madres más reservadas y vergonzosas, hay madres entregadas y madres "súper entregadas", madres que trabajan fuera y madres que trabajan dentro, madres que viven en pareja y madres que crían solas.
Me he dado cuenta que no hay dos madres iguales, tenemos en común el ser o haber sido madres, tenemos en común el amor por nuestros hijos, pero no hay dos madres iguales, supongo que no las hay porque tampoco hay dos personas iguales.
Estamos condicionadas por nuestros gustos, por nuestra infancia, por nuestros principios, por nuestra forma de ver la vida y nuestros valores, estamos condicionadas por nuestra historia, he incluso por nuestro parto, si, si creo que hasta el parto condiciona la madre en que finalmente te conviertes.
Hoy una profesional de la educación en la que confió y respeto mucho, me decía:
"Eli, no todas las madres tienen el mismo grado de implicación que tú con sus hijos, hay madres que lo saben hacer de otra manera, sin implicarse tanto, sin dar tanto, sin desgastarse tanto, hay madres que delegan a sus hijos sin sentirse tan mal como te sientes tú."
Eso me ha hecho pensar.
He llegado a casa que no sabía si era una crítica hacía mi como algo malo el implicarse tanto, el "auto-abandonarse tanto", o una cumplido por implicarme en cada minuto de la vida de mi hijo, tanta era mi duda, que le he preguntado a mi pareja que estaba delante que si lo había sentido como una crítica o una ventaja para mi hijo.
Pues sigo con la duda la verdad.
No sé ser madre de otra manera, yo creo que quien es madre es madre las 24 horas del día, da igual cuál de las madres arriba señaladas seas, eres madre y punto, piensas como madre, actúas como madre, compras como madre (porque las madres compramos diferente, sí, sí), tratas a los demás como madre y en definitiva eres, sientes y escuchas como madre.
Puede que uses tacones, trajes elegantes, te levantes todos los días a las 7 de la mañana y uses un hermoso maletín de piel para ir a trabajar, seguro que dentro de ese maletín va metida la madre que eres.
No creo que se tenga que renunciar a ser mujer por ser madre, pero creo que ser madre te convierte en una mujer diferente.
No puedo evitar ser la madre que soy, preocupada, intensa, acaparadora, blanda, sentida, no puedo evitar no bailar con mi hijo, y llamar cada cinco minutos cuando se lo dejo a alguien.
Lo confieso, llevo dos años y 20 días sin ir al cine, sin salir a tomar una copa, sin ir a cenar con mi pareja, sin pasear al atardecer de la mano, siempre con prisas, siempre con Hugo, siempre en su compañía, como le decía hoy a esa profesional de la educación cuando me preguntaba preocupada
"¿Eli, no te pesa?"
"Ya estoy acostumbrada, es una prolongación de mí." He contestado yo.
No es que me haya olvidado de mi vida, ahora empiezo a recordar y a dejarme y dejarle espacios, espacios que por otro lado también necesitamos.
Amo a mi hijo con cada milímetro de mi piel, pero sé que estos dos años no he hecho mi vida, sé que estos dos años se los he regalado a él, fue una decisión propia, tomada libremente, le he dado cada parte de mí, a veces creo que le he dado tanto que me he faltado a mí misma muchas veces, comiendo de pie, ofreciéndole mil cosas que hacer, inventando mil actividades, ahora paseo en bici, ahora taller de música, y ahora vamos a la granja- escuela, y ahora de enseño a contar, los colores, tu nombre y apellidos, las vocales, ahora estamos con los días de la semana.
Creo que debo parar, tal vez sí, pero no sé ser otra madre, no sé despreocuparme, y cuando lo intento y me aparto me preocupo más.
Sé que hay temporadas en las que estoy agotada psicológicamente, en las que creo que no puedo más, sé también que soy un poco hormiga y recolecto y recolecto cosas que hacer, pero como digo esa es la clase de madre que soy, la que he decidido ser, y soy feliz haciendo feliz a mi hijo.
Está claro que no hay dos madres iguales, pero todas hemos llevado a nuestros hijos dentro 9, 8 o 7 meses, todas los hemos sentido, todas luchamos por ellos y su bienestar, todas hemos llorado alguna vez por ellos, todas intentamos ser madres, mujeres y nosotras mismas, porque no es incompatible, pero cuesta acortarse de una misma mucha veces.
Da igual la madre que seas.
Da igual la forma de criar que elijas.
Da igual las horas de dedicación que eches, si las que echas son de calidad.
Da igual si eres de las sufridas o de las de ataques de risas
Da igual porque cada madre y cada hijo es diferente, ni mejor, ni peor, solo diferente.
No sé si es correcto preocuparse de más, pecar de más, o es mejor quedarse a medias o dar menos, la cuestión es estar cómoda, y yo lo esto.
Así que gracias por enseñarme, que ni soy la única que se preocupa en exceso y a la que le encanta compartir cosas con su hijo, y gracias por hacerme ver que también es bueno acordarse de una misma alguna vez.
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