Para ti pequeña Inés, mi niña de papel, mujer de blanca tez, a ti mi niña grande que la muerte te encontró con prisas.

Mi pequeña Inés siempre fue una niña de papel, mujer de blanca tez y mirada de profundos ojos verdes.
Inés, nunca fue pequeña
Inés nunca se sintió niña
Inés se deshizo de su vida.
Mujer de belleza pura, que intentó seguir con su vida.
Aun hoy me parece escuchar sus lágrimas tras la puerta de su habitación, ya no se siente mujer, ya no sabe lo que es.
Inés nació siento madre, sintiendo esos hijos que jamás llegarían, ahora Inés se siente perdida.
Su útero no puede dar vida y la niña que nació sintiéndose madre siente la soledad en su barriga.
Inés perdió la cordura, se le fue la vida cuando sus no hijos se esfumaron como ceniza, vestía siempre de negro como velando a eso que más quería, ensañaba frente al espejo posturas de una barriga que no tendría.
Y lloró
Y lloró tanto que se le inundo el alma
Y sufrió tanto que se apago
Y como las malas hierbas se sintió podrida.
¿Cómo una mujer joven como ella no podía dar vida?

El silencio corrompía sus noches, su amado dejo de ser amado, las caricias dolían como recuerdos de caricias vacías, sin fin, para que servían esas caricias que no le traerían a su ansiada niña.
Se alejaba, distante, pedida.
Él lo intentó, se acercó, la miró como la más bella mujer, la sintió como la mejor de las esposas, le cantaba canciones para enamorarla, besaba sus parpados por las noches para coser sus heridas, la abrazaba, camino sobre su piel sin pedir nada, se conformó muchos meses con solo la luz de su mirada.
Pero el tiempo la aparto.

El amor se lo llevo el día que su útero no pudo dar vida.
Él la lloro muchas veces, agachado y de rodillas sobre sus piernas le suplicó que no se fuera, le suplicó que se quedara, pero la locura fue más fuerte y le ganó la batalla al amor.
Inés se perdió
Se perdió una mañana entre la más densa niebla, descalza salió de casa a primera hora de la mañana, aun vestía su negro camisón, caminó entre la nada, porque nada se veía y su cabeza ya no pensaba, ya no se reconocía, sus ojos que nunca fueron niña sentían temor, pero aun así Inés siguió andando entre la niebla de la mañana.



Él se despertó alterado, y sobre la cama como cada mañana esos patucos que con tanto amor cosió ella y que jamás se estrenaron.
Busco por la casa durante un rato.
Entraba buscando por las habitaciones mientras recordaba el primer aborto, y lo rápido que llego el segundo embarazo y lo deprisa que se volvió a esfumar el sueño de Inés, recordó el día en que les dijeron que su útero ya no valía, ya no servía, y como Inés dejo de sentirse mujer.
Pensó, se castigó, tal vez sus abrazo habían sido pocos, tal vez en sus besos se notaban las ganas de sexo que ella no quería, de tocarla, de sentirla, pero ella hacía tiempo que ya no estaba por la labor, hacía tiempo que ya no se sentía mujer.
Paso un rato, un largo rato
Inés no estaba
Salió al jardín y vio las huellas de los pies descalzos de Inés que se alejaban, seguía pensando mientras seguía sus pasos, pensaba en lo bien que se descansaba sobre el pecho de su mujer, en cómo habían envejecido sus ojos en solo dos años, pensaba en lo mucho que le gustaba recorrer la parte interior de sus muslos y jugar a dibujar en su piel, pensaba en esa letras de amor, en los bailes llenos de risas, en todas las velas consumidas en esas noches largas de amor, de besos largos, pensaba en los ojos verdes de su mujer, en la preciosa forma de su ombligo, pensaba en lo mucho que la quería, la queria como quiso Dalí a Gala, pensaba en ella, en toda ella, porque su amor era el mismo que el del primer día , estaba intacto, la amaba, la quería, solo que a Inés se le había olvidado amarlo, pero él conseguiría hacerla volver, estaba seguro.
Las huellas de Inés parecían más cercanas, pero él seguía sin ver su camisón siempre negro, siempre de luto.
El camino no era fácil de andar, la niebla lo hacía más complicado y el terreno estaba lleno de barro y lodo de las últimas lluvias, pensó en los pies descalzos de su mujer, tendrían que estar llenos de herida, se preocupó, aceleró el paso, sintió miedo, mucho miedo.
Se preguntaba una y otra vez donde se podía haber medito esa mujer, empezó a enfadarse, se sintió enfadado con ella, él no se lo merecía, se sintió ahogado, la lloraba, la estañaba tanto, la quería tanto.
Anduvo no sabe cuánto anduvo, posiblemente mucho rato, porque el frio ya no le dejaba pensar, había salido solo con el pijama pensando que la encontraría cerca y el frio había empezado a apoderarse de él.
La bruma matinal se resistía a irse y en su cabeza empezaron a  hilarse malos presagios, y si, y si, y si..........
Se le escapaba el llanto por la boca mientras se preguntaba ¿dónde estás Inés?.

Inés se perdió una mañana, a Inés se le fue la cabeza, a Inés le pudo el miedo, le pudo el no sentirse mujer, el no poder ser madre.

Salió de casa al despertarle el sueño de madrugada, estaba cansada, le dolía la cabeza, era un dolor que reconocía bien, hacía meses que los sufría en silencio, pero nunca dijo nada.
Primero estuvo dando vuelta por casa como buscando esos gritos infantiles que oía en su cabeza, le pareció escuchar que fuera alguien con voz de niño la llamaba, no era la primera vez que le pasaba, salió a mirar, no tenía pensado ir tan lejos, pero en su cabeza oía un poco más, unos metros más, está ahí, casi puedo tocar a ese niño que oigo gritar, los pies le sangraban, pensó que si su marido estuviese allí la cogería entre sus brazos y la protegería con su vida, era tan bueno con ella, la amaba tanto y ella hacía tanto tiempo que lo había abandonado, pero no podía evitarlo, el deseaba un hijo y ella, ella simplemente no servía, así que siempre se sintió culpable.




El frio acabo llegando
Anduvo durante largo rato.
Inés pensó un rato más en su esposo, en como acariciaba la parte interior de sus muslos, hacía tiempo que no le dejaba hacerlo, recordó aquel primer beso robado cuando la llevo de regreso a casa de sus padres, y los inicios tan difíciles de su relación por la diferencia de edad, recordó el día de su boda, la emoción le salía por cada hueco de su cuerpo, recordó cada caricia, cada abrazo de película, porque él era un poco película, un poco caballero, un poco galán antiguo, sabia amar, pensó que tal vez era hora de seguir, hacía tiempo desde el segundo aborto, casi dos años, demasiado tiempo, recordó aquellas noches en las que se cenaban el uno al otro, en las que él le leía historias de amor acompañados de la luna y la calor del verano, recordó esas letras que tanto le gustaba escribirle cuanto eran novios y que tan celosamente guardaba, pensó que tal vez era hora de intentarlo de volver a abrazarlo, sí lo haría.

A Inés se le fue la vida una mañana, descalza y vestida de negro.
Y mientras se iba pensó en todos los besos que dio, en lo rápido que vivió, pensó en su madre, pensó en su padre y como no, pensó en su marido y en esos pequeños que nunca llegaron.

Él la encontró una mañana, fría y de niebla.
Después de mucho caminar choco con los pies descalzos de Inés que gritaban su nombre, y entonces se echó a llorar, abrazo su frio cuerpo, frágil, blanca como la nieva que hacía solo unos pocos días se había ido y entonces grito, grito de rabia, de dolor, de pena, grito por que se sintió morir, grito porque el corazón se le quedo muerto, lo noto, sintió a su corazón llorar de verdad.
Se agarró a ella, le toco los muslos por última vez, beso sus labios morados, beso sus parpados como pensando que tal vez le devolverían la vida otra vez.
La recogió en sus brazos, tal y como pensó Inés antes de morir,  la protegió con su cuerpo y así la llevo a casa, limpio sus pies de sangre, curo sus heridas, le quito el camisón y la vistió del color del amor, la velo durante horas, ¿qué iba hacer sin ella?, la velo, y ya muy cansado, demasiado cansado para sentir siquiera dolor se despidió de Inés.



A Inés se le fue la vida una mañana fría y de niebla, y a él el día que murió ella mientras la miraba en aquella que había sido su habitación.
Inés murió esperando un bebe, Inés volvía a estar embarazada, resultado de una noche de cordura donde se emborracharon de ese amor que ella había olvidado y que él consigo recuperar una noche en la que le enseño otra vez como se amaban.

El perdió la cabeza, se le fue la cordura, salió una mañana en pijama y descalzo.........



Esta historia está inspirada en alguien muy especial para mí y que siempre quiso ser madre, no pudo ser, eso marco su vida y su forma de vivir, se olvidó de ella, y nos olvidó un poco a todos.
Vivió deprisa y murió joven, muy joven, tenía 28 años cuanto la muerte se la llevó.

Murió en el hospital a causa de un Ictus, embarazada de tres meses, estuvo conectada a un respirador artificial para intentar que el bebé naciese, no fue posible, los dos murieron juntos.

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